Argentina Linares

Sobre el libro Cádaver de un hombre inventado de Marillén Fonseca

I Ficción o memoria desterrada

Al enterarme de la mención honorífica que recibió Marillén Fonseca por su libro Cadáver de un hombre inventado, en el III Premio Nacional de Poesía Germán List Arzubide en 2019, no pude evitar hacer una introspección de mis antiguas lecturas entorno al padre. En mi breve recorrido figuraban el duelo, las malas decisiones, los reproches, la enfermedad, el deseo parricida y textos llenos de anécdotas sobre hombres que, aunque intermitentemente ausentes tenían un cuerpo definido, vasto para deshilar la memoria de los autores. Cadáver de un hombre inventado me llevó a nuevos cuestionamientos, además de referir desde el título la muerte, relata el abandono paterno desde la infancia. ¿Cómo nombrar a un hombre que no conoció? Para levantar los cimientos de este libro, mapa de la historia familiar, fue necesario crear esa figura paterna desde la ausencia que le significó a la voz poética, pues las ausencias arrastran duelos y significados.

Voy a inventarlo.

Voy a crear a mi padre

de la costilla de un sustantivo.

A imagen y semejanza

dibujaré su cuerpo

en el hospital donde nací.

Tendré un padre hecho de grafito (21).

¿Cómo se nombra lo que no se conoce? Cuando Raymond Carver le dijo a su padre que se dedicaría a escribir, le sugirió: “escribe sobre cosas que sepas” y él escribió un poema sobre su padre, una crónica atroz de lo que fue él hasta su muerte: un hombre atormentado por la precariedad y el alcohol, por el libertinaje y los constantes abandonos. En Cadáver de un hombre inventado la voz poética construye en los espacios en blanco y en los silencios. Borges le enseñó a inventar a través del sueño. Intenta recuperar su memoria por medio de la memoria materna. El abandono es definitivo, una memoria desterrada, una reiteración de la orfandad: Papá tampoco quiso habitar en la memoria. La búsqueda del padre es también reiterativa y una herencia, pues su padre busca a su padre.

II La palabra padre es un sonido vacío

No hay cómo nombrarlo porque no hay quién responda. La palabra Padre nunca pudo pronunciarse, la aprendió a escribir en la infancia. El sonido se disuelve para crearse en ese otro lenguaje. La voz que madura reconoce un refugio en lo poético; la metáfora es nítida, cada verso arroja luz a los rincones de la memoria. Cadáver de un hombre inventado es también un metatexto, en algunos versos habla del proceso escritural. Padre es real a nivel de este poemario. La anáfora al nombrar la palabra padre, consigue el efecto de materializar a lo que nombra.

Ahora

Papá es lenguaje.

Está hecho con las palabras de un poemario.

Este verso

es una de las arrugas que se forma en sus ojos

cuando sonríe (61).

Al estar hecho de lenguaje y palabras, es un padre sustantivo, a veces ave rapaz, fantasma, a veces puerto, ojos hechos de mapas, su piel una sábana blanca. Imagino una hija recolectando murmullos a la usanza de Juan Preciado, pero en las arenas de Acapulco. Es importante delimitar al padre, definir su memoria y darle un cuerpo; pero a la par de la búsqueda, ocurren otros hallazgos: por medio de la comparación concientiza la violencia en la ciudad de Acapulco, el 40% que afecta la paternidad ausente en los hogares del país y las desapariciones.  

Le lloro a tu recuerdo como a una tumba vacía

como lloran los padres a sus hijos desaparecidos (57).

Cuando logra atraparlo advierte que no es el que escribió en las cartas de la infancia, no el padre gramatical o poético; es un cuerpo devastado por la enfermedad. Descubrimiento atroz: a la palabra padre no le duele el cuerpo. El dolor es real para quien lo inventó. La voz poética descubre que la palabra padre no es tan real como la muerte:

Antes que tu cuerpo

tu nombre ya estaba enfermo.

Yacía agonizante en una cama.

¿De qué moría?

De irrealidad (51)

En Cadáver de un hombre inventado es evidente la urgencia de hacer permanecer la memoria, pero no la memoria del padre, sino de quien escribe. Recurrir a la ficcionalidad de la literatura es sólo para dar cuerpo a tanto silencio por nombrar. No importa el daño ni quien hirió, importa darle una casa al dolor de una hija en búsqueda. El cuerpo o referente nunca necesitó de la palabra padre, la reconciliación es consigo misma: no dejar la memoria de la infancia en la orfandad. Como escribió Paul Auster en La invención de la soledad: “Había estado ausente incluso antes de su muerte (…) Ahora que se había ido, no sería difícil hacerse a la idea de que su ausencia sería definitiva” Qué más da conservar una fotografía que avale haber estado presente. Padre es un fantasma, un sustantivo, una secuencia de sonidos que no se emiten, o mejor aún, un libro terminado.

Argentina Linares. (Tierra Colorada, Guerrero, 1994). Seleccionada por la Fundación para las Letras Mexicanas en el curso de creación literaria para jóvenes 2015 y 2016. Participó en el festival cultural Interfaz 2016. Algunos de sus poemas se encuentran publicados en la Revista Asalto, en la Revista de Literatura Mexicana Contemporánea, Punto en línea, Revista de literatura Taller Ígitur, Carruaje de pájaros, Tercera vía, Revista Monolito, Flecha Roja y ADN Cultura. Aparece en la selección de poetas mexicanas Novísimas por la editorial Los libros del perro 2020. Es parte del proyecto Lectura pasajera, con Alexander Tadéuz, donde se propone una lectura lúdica texto-imagen en los espacios públicos.

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