Una mujer en la guerrilla mexicana: La historia de Lourdes Uranga | 2da parte

La mañana del 27 de septiembre de 1971, Lourdes Uranga López se había puesto peluca, vestía un suéter de angora y una falda fina con las que buscaba verse como la gente de Las Lomas de Chapultepec, donde se encontraba en ese momento.

Estaba al volante de un coche en el que esperaba, junto a otra compañera, que otros integrantes del Frente Urbano Zapatista llegaran con Julio Hirschfeld Almada, entonces director de Aeropuertos y Servicios Auxiliares, a quien habían secuestrado minutos antes.

Esta mujer pequeña y delgada, que hasta 1968 había sido esposa, madre y ama de casa, formaba ahora parte del grupo guerrillero que llevó a cabo el primer secuestro político en México. ¿Cómo fue la conversión que la llevó sumarse a un grupo clandestino y a tomar las armas? Lourdes Uranga López lo relata Con Perspectiva a 50 años de los hechos.

La guerrilla y la liberación política y personal

La matanza de Tlatelolco significó un parteaguas en la vida de Lourdes Uranga y así lo recuerda: “Estaba yo en clase de la prepa cuando llegó una compañera gritando al salón que estaban matando gente en Tlatelolco. Así fue el golpazo, vi los destrozos. Ya habían medio limpiado, pero fue muy doloroso”, dice con voz queda y cabizbaja.

La ahora profesora e investigadora jubilada de la Universidad Autónoma de Chapingo ha podido contarnos, Con Perspectiva, de la violencia que padeció por parte de los varones de su familia, y de la opresión que significó para ella el matrimonio, haciendo gala de sentido del humor, acompañando su relato con comentarios de fina ironía y risas francas.

Cuando habla del 68 es el único momento, en el trascurso de la entrevista, en que la risa pronta y trasparente de Lourdes Uranga se apaga por completo.

 “Ya no tenía 18 años, tenía 28 años, ya con una vida que me había sacudido, fue muy duro y mucha gente empezó a pensar en otra estrategia. Sólo que la población mexicana no tenía antecedentes de organización, más que el movimiento de los ferrocarrileros, la gente iba al mandado, iba a la escuela, pero no estaba organizada para una guerrilla”.

Fue cuando su hermano, Francisco Uranga López, y otras personas comenzaron a organizarse. En 1989 crearon el FUZ y ella fue parte del movimiento desde el principio.

–¿Tu esposo se enteró de tu activismo político?

–Sí, una vez me encontró unos papeles sobre la declaración de La Habana. En ese entonces era un foco de guía y de libertad. Hoy ya no, pero en ese entonces las palabras de Fidel Castro eran muy brillantes. Estaba leyendo la segunda declaración de La Habana cuando oí que mi marido abría la puerta y la doblé y la escondí pero él me vio. La sacó y la hizo pedazos.

Fue su pertenencia al movimiento guerrillero lo que la empoderó para terminar con el sometimiento que vivía en su matrimonio, “porque la guerrilla te empodera, tomas decisiones, te preguntan, piensas lo que hay qué hacer, aceptas o rechazas”, por eso tuvo la fuerza para solicitar el divorcio.

La actitud de su esposo, dice, “era de dominar mi cabeza, mi cuerpo y mi voluntad y no lo pude permitir por más tiempo, me enfrenté a él y le dije: ¡nos divorciamos! Entonces me sacó la narrativa de la familia, del papá, de la mamá, de que veníamos de hogares disfuncionales y que no repitiéramos la historia, que no me alejara, pero yo siempre me sentí violada, porque yo no sentía placer y era todos los días, me embarazaba a cada momento y tenía que estar abortando, todo eso era una violencia que ya no quería vivir.

–¿En tu caso hubo una coincidencia entre la liberación personal y la liberación política del país?

–Pues sí, yo dije: esto ya no lo aguanto, ni a mi ex esposo ni a mi país. –Vuelve a reír.

Guerra en dos frentes, el legal y el clandestino

Lourdes Uranga recuerda Con Perspectiva que aunque pertenecía al FUZ, “no era clandestina” porque se estaba divorciando y luchando por la patria protestad de sus hijos, “eso me impedía pasar a la clandestinidad. Además estaba trabajando, ya que trataba de tener una apariencia normal”

–¿Estabas en el conflicto del divorcio, peleando la patria protestad de tus hijos y al mismo tiempo involucrada en la guerrilla a través del Frente Urbano Zapatista?

–Si, estaba con todo lo que yo vivía cotidianamente, y la actitud del estado matando gente, matando estudiantes en el 68 y en junio del 71.

Eso significó para Lourdes Uranga compaginar el cuidado de su casa y su jornada laboral como trabajadora social, con clases de judo, karate y manejo de armas, pero la triple jornada no era algo nuevo para ella. Incluso pudo hacer frente a la contrademanda de su todavía esposo, que la acusaba de descuidar a su hija y a su hijo.

–Por estrategia me contrademandó y con la contrademanda no había marcha atrás, pues con esa lógica no había cabida para el perdón. Sin embargo –dice–, la demanda estaba a mi favor. Una amiga estaba como testigo, porque el delito era que yo no cuidaba a mis hijos, entonces el juez le preguntó que cuántas veces me había cuidado a mis hijos y respondió que como unas 14 veces y el juez resolvió que por 14 veces que me habían cuidado a mis hijos no ameritaba quitármelos.

–¿La experiencia del 68 fue una revelación, una epifanía, como lo plantea José Revueltas, para dar el siguiente paso?

–Por supuesto. –Afirma inmediatamente Lulú, pero después hace una pausa y reflexiona. –Aunque ese momento para mí no fue difícil. Fue difícil lo del secuestro, cuando te enfrentas a que vas a joder a alguien de alguna manera, aunque le procuramos las mejores condiciones. –Hace una pausa de largo aliento. –Pero sí se siente feo.

El secuestro politico fue un aparente éxito para el FUZ. El movimiento guerrillero recibió el rescate y liberó a Julio Hirschfeld Almada tres días después sin un rasguño.

Cuatro meses más tarde, el 30 de enero de 1972, Lourdes Uranga y todos los integrantes del FUZ fueron detenidos en su escondite del Centro Histórico de la Ciudad de México. De ahí fueron llevados a cárceles clandestinas y torturados durante varios meses. ¿Cómo vivió Lourdes Uranga la detención, la tortura, la cárcel y el exilio?, ¿cómo afectó este proceso la relación con sus hijos?

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