Manón Vazquez, una historia de vida en la que origen no fue destino

Tercera parte

La historia de Manón Vázquez es tal vez como la de miles de mujeres que tenemos una relación no amorosa y comprensiva con nuestras madres y es que, de acuerdo al estereotipo y rol asignado a las mujeres, la maternidad debe ser deseada siempre, además debe contener una ternura exquisita per se, que arrope y proteja ese amor incondicional que siempre deben tener las madres para con sus hijas, pero ¿Qué pasa cuando no es así?

La historia de Manón Vázquez es un doloroso ejemplo, como lo relatamos en la primera y segunda parte de una larga entrevista me concedió. En esta tercera entrega, Manón comparte @ConPerspectiva la escabrosa etapa cuando reconstruir su vida en pareja la llevó al mundo del narcotráfico.

Manón intentó salvar de las adicciones a su segunda pareja y padre de su tercera hija, pero todos sus intentos fueron fallidos y por el contrario, él la introdujo a la venta de drogas, hecho que la llevó a purgar cuatro periodos en la cárcel, el último de ellos en Las Islas Marías, hoy convertido en un Centro Turístico-Cultural por el gobierno de Andrés Manuel López Obrador.

¿Cuándo decidiste entrar al mercado de las drogas?

En algún momento de la relación, él me dijo: sabes hay alguien que vende droga y solamente si me ayudas voy a dejar de ser perico-perro, al principio yo no estaba de acuerdo porque justo me acordaba que mi mamá vendía droga pero llegó un punto en el que me convenció. Terminé diciéndole que sí.

Manón creía que con su consentimiento para vender las drogas, su pareja iba a regenerarse y superar el trauma de sentirse menos, ya que ella trabajaba en la Secretaría de Hacienda, tenía auto y casa mientras que a su pareja le costaba conseguir un empleo estable, ya que manejaba taxis pero  lo corrían porque no pagaba la cuenta y ella terminaba absorbiendo sus deudas.

Sin embargo a pesar de que Manón aceptó vender drogas, su pareja nunca dejó de drogarse y de tomar, siempre tenía un pretexto, por lo que ella le terminaba prestando dinero para que se drogara.

Estaba atrapada en un círculo vicioso, sin salida, cada vez más hundida en una dependencia emocional. Manón le aceptaba que como alcohólico se metiera a las tiendas Oxxo a robar, pues pensaba que si se volvía un adicto a la cocaína terminaría con su hogar.

El acuerdo que hicimos era que podría beber pero no drogarse con cocaína, pues conocía historias terribles sobre quienes vendían droga y después se volvían adictos a ella y terminaban destruyendo su patrimonio y su familia. 

Su instinto protector llevó a Manón Vázquez a soportar alcoholismo, drogadicción y chantaje de su pareja.

¿No te planteaste en algún momento terminar esa relación?

Si quería, muchas veces lo intenté, de verdad, de hecho él estuvo en la cárcel diez veces, y siempre decía; ya no lo voy a ir a ver, pero siento que las mujeres tenemos muy arraigado eso de salvar, y me recriminaba por no visitarlo;  siempre había algo que me decía que no lo dejara, así lo pospuse y siempre terminaba cediendo a sus chantajes.

La mayoría de las mujeres, tenemos lealtades ocultas y  cargamos con demasiadas culpas, a veces ajenas, que no nos permiten actuar con la libertad y sobriedad que se requiere para decir no a las relaciones emocionales dependientes.

¿Cuánto tiempo estuviste en esa situación?

Estuve como tres años, no quise vivir por mucho tiempo lo que viví con mi primera pareja. Terminamos porque yo le decía: haz lo que tengas que hacer pero yo no quiero ver ni que vengas a la casa drogado. En una ocasión me levanté y no estaba, de repente lo vi por la ventana, me doy la vuelta y me acuesto de nuevo pero algo me dice `levántate otra vez´. Me levanto y justo veo cuando con una llave está metiéndose cocaína por la nariz. Yo salí muy enojada, lo corrí, le aventé sus cosas por la ventana y le dije que no lo quería volver a ver.  

Al recordar este episodio de su vida, Manón hace una pausa en su relato y rompe en llanto conmovida por sus recuerdos. 

Pero no sé, me ganó el ego.

En este punto de nuestra entrevista, las pausas se tornan más constantes y el llanto más profundo, Manón sin embargo, se muestra ansiosa por seguir contando su historia y desenredar los nudos que su turbulento pasado mantienen en su garganta. 

¿Lo volviste a aceptar?

No, ya no lo acepté pero cuando lo estaba corriendo le dije: por eso nunca tienes dinero, no tienes nada, por eso nunca eres nadie, yo te  voy a enseñar cómo se hace.

Manón recuerda la época en que siendo una niña, cuando vivía con su madre le ayudaba a armar los cigarros de marihuana.

Ella me enseñó a hacer los “huatos”, en ese momento creo que me proyecté y con demasiada soberbia le dije: te voy a enseñar cómo se hace. 

¿Empezaste tú a vender?

Sí, responde finalmente desde lo más hondo de su corazón, sabiendo que el reconocimiento de sus hechos no va a cambiar el pasado pero también consciente de que no todo permanece siempre en su mismo sitio. 

Empecé y después cuando quise salir, él me decía que no, que me iban a matar, que de eso no se salía y le creí. 

¿Qué pasó con él?

Un año después aproximadamente falleció de cirrosis pero yo ya estaba bien metida, en la venta de droga,

Manón hace una pausa larga mientras su mirada se pierde en el vacío.

Antes de que muriera, a pesar de que ya no vivíamos juntos, me seguía diciendo que me iban a matar, que iban a matar a mis hijos, que tenía que darle dinero.

A la distancia Manón reconoce que su entrada al mundo de la venta de drogas fue un arrebato de soberbia que marcaría para siempre su vida y la de sus hijos, ya que tiempo después su primera hija fue asesinada mientras ella cumplía la última de sus sentencias.

Continuará…

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