Manón Vázquez

Manón Vázquez, la mujer que superó la cárcel y rompió con el bucle de su destino

Segunda parte

Tras el suicidio de su madre, la vida de Manón Vázquez empeoró hasta caer más profundo en un abismo de maltrato, violencia y drogas.

Vivir con su abuela quien la acusaba de la muerte de su madre, fue un martirio que Manón Vázquez tenía que soportar aunado al maltrato de su tía quien la puso al cuidado de su hijo menor “si tantito lloraba, mi tía me agarraba a palos, hasta quebrarlos sobre mi espalda”.

Fueron años difíciles para Manón y sus cinco hermanos, ya que fueron repartidos a diferentes familias. A los tres mayores los conocía poco, pero en el transcurso de su adolescencia vivió una temporada con su hermano mayor, quien en algún momento de desahogo le dijo: “mi mamá me hacía tragar tu popó cuando estabas recién nacida, y sí le creo, porque mi mamá me hacía comer la popó del perro. El odio que me tenía mi mamá era mucho”. Silencio.

Le pregunto si tal vez ese maltrato se debió a que su padre maltrató a su madre, pero dice no guardar ningún recuerdo de eso, porque nunca conoció a su padre y lo que escuchó y conoció es que su madre fue una mujer muy dura, de difícil convivencia y jamás recibió tratamiento psicológico ni ayuda médica.

¿Fueron años duros, por un lado enfrentar la muerte de tu madre y luego el maltrato de tu abuela?

“Fue más fuerte  que eso. Voy sintiendo muchas cosas —hace una pausa—. En aquellos momentos no entendía por qué, pero hubo un momento en que todos se ensañaron conmigo; pero quiero ser honesta, cuando mi madre murió, sentí que descansaba. Fue mucho el maltrato que había: levantarme a las tres o cuatro de la mañana, bañarme con agua de manguera, o pegarme con la manguera, sacarme a la calle encuerada”.

Manón hace una pausa. Llora.

“Cuando mamá muere yo no lloré y ese fue el motivo para que dijeran que yo la había matado, que mamá tenía un amante y que juntos la habíamos matado”.

Entre sollozos Manón Vázquez lamenta que este fuera el motivo por el que toda la familia se ensañara, “imagínate, una niña de 11 años acusada de haber matado a su mamá”.

¿Estudiabas cuando vivías con tu abuela?

Si, con ella terminé la primaria, porque cuando murió mamá estaba en sexto año y luego entré a la secundaria pero se vino el maltrato más fuerte,  ya que pensaban que no tenía el derecho a estudiar, y me dijeron que no  iban a apoyarme en nada, si quería estudiar era por mi propia cuenta. Yo solita fui a inscribirme, nunca fueron a firmar mi boleta, las firmaba el prefecto, la del trabajo social, una vez la firmó el director.

No fue mi sueño ser delincuente

¿Te gustaba estudiar?

“Sí, me gustaba mucho, primero y segundo (de secundaria) era de nueves y dieces; pero en tercero conocí el básquetbol y entonces me emocionó. El entrenador era un militar y salían fuera a jugar, empecé a dedicarle más tiempo al básquetbol que a las clases, pero nunca reprobé una materia, solo una vez me fui de pinta, nunca tuve novios, yo quería estudiar.. Cuando me dicen: eres delincuente (se le quiebra la voz), yo les digo que no nací así y nunca crecí con ese sueño”.

Manón recuerda que le resultaba muy difícil estar fuera del ambiente delincuencial porque todos en su entorno familiar de una u otra manera delinquían.

¿Querías ser diferente?

“Yo no crecí así, pero tengo que admitirlo: mi mamá y mi padrastro eran delincuentes, mis tíos, mis hermanos  también, todo el tiempo lo fueron. Yo quería ser la diferente”. Llora.

¿Terminaste la secundaria?

“Terminé la secundaria con mucho trabajo. Me iba a vender paletas a la exhacienda de Temixco, porque yo estudié en Acatlipa, y los fines de semana me iba a vender paletas de hielo y de ahí sacaba para mis libros, pasajes y así pude terminar la secundaria”.

Manón Vázquez recuerda que, cuando terminó de estudiar la secundaria, se regresó a vivir con su hermano  mayor y logró estudiar su primer año de prepa, antes de irse a vivir con su novio, con el que sostuvo una relación de ocho años de la que nacieron sus dos primeros hijos.

¿En esa época conociste algunas palabras de amor, de consuelo?

El llanto llega antes que la respuesta.

No, para mi…yo digo que mi hermano me enseñó a aguantar las torturas, porque me torturaba (Sollozo profundo), metía mi cabeza en la taza del baño, me metía en el bote de agua fría, me daba toques, me quitaba los zapatos (lágrimas abundantes) y me daba toques (silencio), me encerraba en un cuarto y lo único que tenía era una enciclopedia Larousse blanca con letras azules. (Llanto incontenible)

Yo me fugaba en eso, siempre mis trabajos de secundaria eran los mejores, me tenía que escapar a veces para ir a la escuela. Un día regresé de la escuela y ya no estaba la enciclopedia (más llanto), me dolió muchísimo. Silencio.

¿Y la prepa?

Se me dificultó porque mi hermano solo me apoyó un año y al siguiente ya no, entonces conocí al papá de mis hijos quien me apoyó al principio para que siguiera estudiando pero después ya no. Él era hijo de familia y decidimos irnos a vivir juntos, tenía 18 años.

¿Cuánto tiempo duró esa relación?

Ocho años, los primeros cuatro estuve bien, empecé a trabajar porque tuve una suegra muy buena, fue como mi mamá, no puedo decir que la segunda porque para mí fue la primera, me quería mucho y yo a ella. Me enseñó muchas cosas, nos dijo que teníamos que trabajar y guardar dinero, nos metía en tandas y así compramos todos nuestros muebles, cuando tuvimos todos nos dijo que ya estábamos listos para irnos. Rentamos un cuarto.

Tras años de dolor, Manón Vazquez vivió una época en la que conoció la felicidad con su nueva familia.

¿Fuiste feliz?

Sí, vivimos bien un tiempo, gracias a Dios íbamos progresando, él trabajaba, yo trabajaba, mi suegra nos seguía apoyando. Mi primera hija  Dianita nació cuando tenía 22, fue una niña esperada, amada, fue bien bonito, pero luego él empezó a tomar con sus hermanos y desgraciadamente no tuvo mucha fuerza de voluntad y el alcohol lo atrapó, ahí empezaron los golpes, los maltratos, eran grandes golpizas las que me daba porque usaba botas vaqueras .

En una ocasión me estaba pegando, yo tenía un DDT en la mano y me lo tragué porque ya no aguantaba los golpes, me estaba pegando horrible y no sabía cómo hacer para que parara, lo único que se me ocurrió fue tragarme el DDT, entonces él paró y me dijo que estaba loca.

Ya después tuve mi segundo hijo, en una ocasión,  yo lo tenía en brazos y él me empezó a pegar. Dianita que tenía como tres años vio cómo me pagaba,  agarró una silla de madera y se la aventó a su papá, él la volteó a ver, yo sentí que también e ella le iba a pegar pero gracias a Dios no lo hizo. En ese momento volteé a  ver mi niño de siete meses y pensé: este es hombre y cuando crezca sí le va a pegar. En ese momento decidí dejarlo porque no quería que mis hijos vivieran esa violencia cotidiana.

¿Qué hiciste después de tu separación?

Al poco tiempo conocí al papá de mi  tercera hija (Monse), cuando lo conocí ya era alcohólico, drogadicto y además robaba. Mi primer esposo solamente bebía los fines de semana pero trabajaba, en cambio las adicciones del papá de Monse ya eran crónicas.

El amor que todo lo salva

Manón Vázquez no quería que su familia y sus hermanos pensaran que de nuevo había fracasado con el papá de su tercera hija y trató de salvarlo de las adicciones. Se enfrentaba de nueva cuenta con el rechazo de su familia y con los señalamientos de que nada le salía bien y ella estaba dispuesta a darlo todo para salvar su relación y demostrar que esta vez sí lo había hecho bien.

“Yo decía lo voy a apoyar. De verdad lo intenté todo, lo anexé, empecé a beber con él, yo no bebía. Nunca me drogué pero si bebí. Yo decía que era bebedora social porque nada más bebía con él pero empecé a tener lagunas mentales, las cosas se fueron agravando, sus adicciones fueron de mal en peor y nunca lo pude salvar”.

Lejos de que Manón salvara a su segunda pareja -quien finalmente falleció de cirrosis-, se hundió con él y además, antes  de que muriera, la introdujo a la venta de drogas, por la que estuvo cuatro veces en la cárcel.

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