En todo cuerpo de mujer no hay ningún misterio en calidad de enigma,
ni como biombo ni como antifaz de nada.
En todo cuerpo de mujer hay una resistencia intima que
no espera, -incluso desnuda- a qué una luz brillante
atraviese su orgullo de pensar.
Más abajo están los hombres con sus manos temblorosas
con su lámpara lánguida queriendo entrar en su oscuridad
como masa en sus cabellos.
Los días son amargos cuando la nombran enigmáticos fantasmas,
repetidos como gotas de océano.
Ese único misterio asignado por la tradición, en realidad no es suyo
No le pertenece, si siquiera el lienzo o la fotografía que se empeña en capturar
su claro de luz, su perfil atrofiado, sus cabellos largos, su túnica blanca camino al lago.
Esta sumatoria de imágenes pueriles no le pertenecen
Resisten en su orgullo de pensar, atraviesan la colina de los muertos,
los cementerios de cucharas interminables.
Se acabaron las metáforas de aquel hombro blanco detenido en su destello.
