Estereotipos de género en el mercado laboral

Segunda parte

Ensayo

Llamamos realidad a un mapa

Hace algunos años hice el Camino de Santiago. Una ruta de peregrinación que recorren cientos de senderistas. Existen infinidad de rutas y mapas para guiar a los peregrinos en el recorrido. Me hice de muchos de ellos para no perderme, además, el camino está lleno de señalizaciones. Pero los recursos disponibles son insuficientes, es imposible registrar todas las veredas. Quienes recorren el camino crean nuevos senderos todo el tiempo. Los peregrinos necesitan tomar decisiones para llegar a su destino, a veces aciertan, otras no.

No se puede simplemente seguir los mapas, porque son falibles. Cientos de senderistas repiten la experiencia de hacer el camino cada año. Su motivación son las sorpresas por encontrar, los retos son diferentes. Consideran esta aventura una metáfora de la vida: no importa cuánto conozcas el sendero, siempre habrá incertidumbre y algo por descubrir.

Quiénes caminan a Santiago de Compostela tienen mil cosas por asimilar, un cúmulo de vivencias se les agolpa, viven el caos. Surge en ellos la necesidad imperiosa de expresarse, el arte brota en todas partes. Escriben poemas en las paredes, componen canciones, pintan murales, cuelgan carteles donde dicen cosas cómo estas: “Sin cambios no hay mariposas”, “El camino no se anda, se vive”.

Nada es como lo pensamos. El orden y el desorden están solo en nuestra mente, no en el universo. Siempre hay algo inabarcable para las teorías y las leyes. Los hechos derrotan al afán totalizador y nacen nuevas preguntas. El conocimiento emerge como sorpresa, irrumpe en el orden previsto, rompe la realidad concebida. El conocimiento avanza gracias a los cuestionamientos bien estructurados, no por las conclusiones obtenidas. Mientras más precisa es una pregunta, mayor es la posibilidad de percepción y de conocer.

La realidad se rompe y nace un nuevo orden

La puesta en escena Casa de Muñecas se estrenó en 1979 en Copehnague.

Nora Elmer, la protagonista de la famosa obra de teatro Casa de muñecas, de Henrik Ibsen, se esmeró por ser la esposa y madre perfectas. Hizo todo por convertirse en una mujer virtuosa, fiel al prototipo de su tiempo. Actuar así la colocó en una encrucijada. Su conflicto hizo evidente cómo, el admirado modelo a seguir, no servía para preservar lo más importante para ella. Su mundo se rompió. Nora, al quedarse sin salida, confrontó todo lo aprendido y llegó a una ineludible toma de consciencia: si quería salvarse necesitaba crear un nuevo orden.

La obra es muy impactante para los espectadores porque cualquier decisión de Nora para resolver su conflicto generará caos. Sus actos causarán cambios irreversibles para ella, sus seres queridos y la sociedad. Nora creó, a partir de sus creencias, una realidad para ella y su familia, la fabricó con sus acciones. Sus actos tenían sustento en

valores incuestionables. Cumplir con el orden establecido llevó a Nora a un conflicto donde era inevitable tomar decisiones, debía enfrentar lo desconocido.

Cuando se estrenó Casa de muñecas generó un escándalo mayúsculo. El conflicto de Nora aún sigue vigente. Las actrices al personificar a Nora corrían altos riesgos, eran atacadas en la calle, incluso peligraba su vida. En las ciudades donde se presentó la obra, los teatros se llenaban, pero el personaje era repudiado.

Nuestra realidad, como la de Nora, se va a romper. La forma como irrumpe el caos y fractura la realidad, nos recuerda: toda idea del mundo, las teorías, la ideología, son ficciones, creencias. Los conflictos desencadenan caos pero, gracias a él, por un instante, captamos la vida, el mundo, el universo tal cual es.

La realidad es una ficción, por eso necesitamos romperla

Contrario a la creencia común, es sano para nuestra mente no tener todas las respuestas, vivir la incertidumbre, resolver problemas, tener conflictos, correr riesgos, vivir el peligro. La creatividad nace de ese caos, romper el orden establecido es una necesidad. Los grandes artistas son revolucionarios sin proponérselo. Los científicos también, al intentar comprender contradicen las leyes vigentes. Estamos en la búsqueda de aprender a relacionarnos en asociaciones más eficientes, necesitamos armonizar no dominar. Es imposible tener control, domar, someter; hacerlo tiene consecuencias peligrosas.

El caos nos obliga a abrirnos, a lidiar con la complejidad. Vivir la turbulencia, la incertidumbre, empuja a buscar soluciones de mayor escala, más profundas. El caos evita el estancamiento. Del mismo modo como ocurrió con la relatividad, se avecina un cambio cultural muy profundo, en El hombre duplicado José Saramago advierte: “El caosesunordenpordescifrar”.

Lleva tiempo familiarizarnos con conceptos nuevos. El filósofo Edgar Morin, uno de los grandes impulsores del pensamiento complejo, escribió un libro esclarecedor Educar en la era planetaria. Su enfoque permite una lógica en medio del desorden y la ambigüedad, para aprender del error y aprovechar la incertidumbre.

Aceptar el caos, la complejidad, tal vez nos permita deshacernos del miedo paralizante ante lo desconocido, experimentar de un modo menos traumático el momento cuando nuestra realidad se rompe. Si al caer la idea del mundo cultivada por largo tiempo, en lugar de estacionarnos en la frustración, logramos conectarnos con el asombro, quizá podemos mirar con curiosidad, con alegría, cómo emerge un nuevo orden y despertar el ánimo de bailar y cantar con Rubén Blades “la vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida”.

AQ

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