¿Qué es eso de perspectiva de género? ¿Con qué se come?
Muchas personas piensan esto y a veces hasta lo dicen en voz alta. Es el tópico de moda y nos guste o no, se ha convertido en tema de agenda en las instituciones y existe una exigencia formal para que las políticas públicas, los programas de estudio, la publicidad, los productos mediáticos y mucho más se cuelguen el apellido de “con perspectiva de género”
Pero, ¿qué significa en realidad “perspectiva de género”? Sí, yo sé que hay quienes creen que es un mero invento para justificar la rebeldía femenina y la diversidad sexual, otros la suponen una “ideología” o hasta una nueva religión que busca adeptos para pervertirlos. Pero no es así y como dijera Jack el Destripador: vamos por partes.
Primero recordemos que perspectiva significa punto de vista, enfoque, el punto desde dónde vemos una situación, un sujeto o un objeto determinado. Toda persona sabe que la perspectiva o el punto de vista afecta lo que se ve en una foto, en una película o en lo que percibimos de una situación, y dependiendo del enfoque, algunas cosas quedan ocultas y otras se revelan. Recordemos aquello de “ver los toros desde la barrera”.
Creo que hasta aquí podemos estar de acuerdo y comprender entonces que la perspectiva de género es meramente un enfoque para ver la realidad de siempre desde otro punto de vista. Un punto de vista que se utilizaba poco o nada y que hoy en día se nos presenta con fortaleza de marco teórico De esa forma, mucho de lo que creíamos ver en las estructuras sociales resulta no ser como creíamos, y se hace visible lo invisible.
Voy a tomar solo un par de aspectos de la realidad cotidiana que cambian cuando se les ve bajo el enfoque de la perspectiva de género: amor romántico y violencia invisible.
¿Cuál es el paradigma del amor romántico? Sacrificio, entrega, conquista, sufrimiento, posesión, dolor, egoísmo, un eterno juego de dominante/dominado. Cualquier canción popular, de esas que coreamos alegremente en el antro, el karaoke o al final de la fiesta nos lo demuestra:
Soy la sombra de tu vida / tú me elevas y me tiras / yo te sigo y tú me pisas / sin reparar jamás en mí. / Bebo siempre de tu mano / como sierva en tu rebaño / […] Y te aprovechas / porque sabes que te quiero / al tronido de tus dedos / a tus órdenes estoy...
Voy a poner cadenas en ti / para que no me engañes, / para que no te vayas de mí / en busca de otro amante / […] Lo siento mucho mujer / no puedo perderte / estoy amarrado a ti. / Compréndelo, amor, no puedo dejarte ir. / […] Y es que la vida es así / o tú o yo…
Florecita rockera / tú te lo buscaste por despertar mi pasión / encendiste mi hoguera no tienes perdón…
O me vuelva una estrella y te estreche mis rayos / y todo por no hacerme un poco de caso. / Ten miedo de mayo / y ten miedo de mí. / Porque no vaya a ser que cansado de verte / me meta en tus brazos para poseerte y te arranque las ropas / y te bese los pies / y te llame mi diosa / y no pueda mirarte de frente / y te diga llorando después / por favor tenme miedo / tiembla mucho de miedo mujer…
La perspectiva de género nos permite seguir coreando las canciones, pero ahora identificamos claramente la violencia implícita, invisible y disfrazada de romance: Soy la sombra, me tiras, me pisas, te aprovechas, a tus órdenes, Voy a ponerte cadenas, O tú o yo, Tú te lo buscaste, encendiste mi hoguera… Y bueno, la de Ten miedo de mi, que seguramente consideramos himno de amor apasionado y así justificamos su crudeza acosadora.
Y así llegamos al asunto de la violencia invisible, esa que no deja huella en el cuerpo, pero lastima el alma, la razón, la autoestima. Y toma muchas formas: el consejo “cariñoso”: con ese cuerpo que tienes yo no me pondría ese vestido, mi amor…, la “preocupación” por nuestro bienestar: ese trabajo no es para ti, eres demasiado sensible…, la “confianza sincera”: siempre has sido torpe, no te preocupes…, la broma: A esta se le quema el agua… ¿por qué te molestas? Estoy jugando, es broma…, la crítica “compasiva”: eres tan mala cocinera, nunca vas a tener buena sazón, pero ya me acostumbré…
Y por supuesto, las más estructuradas como el gaslighting o “Luz de gas” que se refiere a descalificar los razonamientos y percepciones de alguien, al grado de hacerle creer que alucina y malentiende todo.
También está el mansplaining, como cuando un hombre le explica a una mujer lo que se siente menstruar o parir y le dice que exagera en sus percepciones y además le explica cómo debe afrontar este tipo de trances, o cuando una persona especialista explica algo y otra persona la interrumpe y elevando la voz, le arrebata el uso de la palabra para explicarle a la especialista lo que ya sabe.
Y desde luego el Suelo pegajoso, para mí la forma más insidiosa de violencia invisible, porque va disfrazada de obligaciones y desamparo. Muchas personas renuncian a proyectos y a su vida misma porque la familia o la pareja les dice que si no están ¿quién cocinará/cuidará/dará medicinas/mantendrá el orden/acompañará/amará?
La perspectiva de género nos permite entender por qué en situaciones de maltrato doméstico, muchas personas (mayormente mujeres según las estadísticas) aceptan ser golpeadas, engañadas, insultadas, explotadas y hasta ponen en peligro su vida: por un lado, las violencias invisibles a veces no las ven ni las propias víctimas y por el otro, el mito del amor romántico difundido por la tradición y la cultura popular, las condiciona. ¿O acaso no dice la canción que “amar es sufrir, querer es gozar”?
En conclusión, la perspectiva de género nos ha dado unos ojos nuevos para mirar al mundo de forma distinta.