¿Todas llevamos una pequeña Medea dentro de nosotras? Shakira, sí.
El mito de Medea es uno de los más conocidos y reproducidos de la mitología griega, su
representación en pintura, escultura, teatro, cine y hasta videojuegos, ha vestido ropajes de
todas las épocas desde hace 2700 años. Una mujer que mata a sus hijos para vengarse de la
infidelidad y de la humillación de su marido, tiene un gran impacto en nuestro imaginario
colectivo. ¿Cómo puede pesar más la venganza del marido que el amor por los hijos? ¿Por
qué no suelta al traidor y rehace su vida? Que ya no llore y mejor facture, diría Shakira en
estos días.
Pero Medea no es sólo una esposa traicionada o una víctima que se convierte en victimaria.
Si algo hay que aprender de la tragedia griega es que nada es simple. Medea es una princesa
de Cólquide (una región de la actual Georgia) y sacerdotisa de Hécate, la diosa tripartita de
las sendas oscuras. Además, Medea es pariente y discípula de Circe, sí, esa que convertía
en cerdos a los hombres después de disfrutar un buen rato de su virilidad. Así que el bagaje
de nuestra heroína, o antiheroína (porque ella siempre es ambigua), no es menor.
Medea: la vela de los argonautas
La poderosa y sabia Medea, herida por las flechas de Eros, decide ayudar a los extranjeros
que llegan al reino de Cólquide a llevarse el tesoro del rey Eetes: el vellocino de oro. El
objeto del deseo de la sacerdotisa era Jasón, un valeroso guerrero de La Hélade que, con los
marineros de su nave, “Argos”, tenía la misión de hacerse de la famosa zalea dorada para
recuperar el trono de Yolcos.
Jasón le promete a Medea desposarla, y ella le provee pócimas, pomadas y protección con
hechizos que evitan que muera calcinado por el fuego de las fauces de los monstruos que
resguardan el vellocino. Cuando Jasón logra vencer las terribles pruebas que le impone
Eetes, huye con el tesoro y con la princesa.
El rey de Cólquide persigue la nave de Jasón, pero Medea conoce a su padre y planifica una
trampa sangrienta. Finge que se entregará y hace que su hermano sea el que suba por ella a la nave «Argos», pero ahí lo espera Jasón para asesinarlo, cortar su cuerpo en pedazos y tirarlo al océano. Eetes no puede continuar la persecución, pues debe recuperar los fragmentos del cuerpo de su hijo.
El regreso a La Hélade está lleno de peligros, pero Medea, una y otra vez, a fuerza de
ingenio, manipulación y magia, logra que Jasón y los argonautas regresen a su tierra. Pero
al llegar a Yolcos, Jasón no logra acceder al trono y tiene que volver a huir, con su familia,
pues para estas alturas, la pareja ya tiene dos hermosos hijos.
La furia desatada
El argonauta encuentra refugio en Corintio, en donde se desencadenan los hechos que
llevarán al trágico desenlace de esta historia. Creonte, el rey, le ofrece a Jasón la mano de
su joven hija, Glauce, y este, ni tardo ni perezoso, accede a desposarla.
En la versión de Eurípides de esta tragedia, mientras Medea se presenta como una mujer
inteligente y llena de recursos, Jasón es un bobo que ni siquiera logra entender las
capacidades de su cónyuge. El veneno de las flechas de Eros debe ser muy potente porque
de otra manera es difícil comprender cómo la poderosa sacerdotisa pudo enamorarse de semejante hombre simple, tal como podemos leer en el siguiente diálogo, cuando Medea le
reclama a Jasón su traición:
Jasón: Entiende bien esto: no por causa de una mujer contraje estas regias bodas que
ahora tengo, sino, como dije antes, porque quería salvarte a ti y procrear, como
hermanos de los míos, hijos de sangre real, segura defensa para mi casa.
Tan poco beneficio le trae a Medea la boda de su esposo con la joven Glauce, que Creonte,
el rey de Corintio, la condena al exilio, a ella y a sus hijos.
Herida en su orgullo y en su corazón, Medea urde hábilmente su venganza:
Medea: […] ninguno de ellos se saldrá con la suya haciendo sufrir a mi corazón. Por el
contrario: amargas y luctuosas tornaré yo sus bodas, y amargos también su vínculo y
mi expulsión de esta tierra. Vamos, pues. No escatimes nada de lo que conoces,
Medea, al hacer tus planes y maquinarlos hábilmente. Deslízate hacia el acto terrible:
ahora se pone a prueba tu valentía.
Medea envía a sus dos hijos con regalos para Glauce, la joven novia. Los niños no lo saben,
pero su madre ha puesto en sus manos una corona y un vestido envenenado, que darán un
doloroso fin a su destinataria. Al usar el vestido, la muchacha se retuerce en el preámbulo
de la muerte y Creonte, intentando ayudarla, también sucumbe al veneno. Luego, con su
propia daga, Medea corta las gargantas de sus hijos.
Argumenta, en algunos momentos, que quiere salvarlos de la venganza de la gente de
Corintio, que los odiará por haber llevado en sus manos el mortal regalo a Glauce, pero en
otros momentos, el sentido de la muerte de sus niños es, claramente, lastimar a Jasón:
Coro: ¿Te atreverás a matar a tu simiente, mujer?
Medea: Sí, pues principalmente de esta manera mi esposo será mordido.
Coro: Pero tú serás sin duda la más infeliz de las mujeres.
Medea: Sea. Vanas son todas las palabras intermedias.
¿Es Medea feminista?
Algunas de las lecturas feministas de este mito asumen que Medea cuestiona los roles
tradicionales de género, sobre todo el de la maternidad. Argumentan que no es una mujer
sumisa que acepta pasivamente el designio patriarcal sino que se rebela una y otra vez al rol
que le imponen, al de hija leal, al de esposa sumisa o madre amorosa.
Sin embargo, este mito nos permite ver sentidos aún más interesantes: El precio de nuestra libertad.
Medea no es la única heroína de la mitología griega que traiciona a su familia,
específicamente al padre. Ariadna, princesa de Creta, hija de Minos, también traiciona a su
reino ayudando al ateniense Teseo a matar a su hermano, Minotauro, y huye, como Medea,
de su tierra. En la última parte de esta serie analizaremos con profundidad la historia de
Ariadna, pero lo que es necesario preguntarnos ahora es: ¿Por qué estas princesas deciden
aliarse con el enemigo? ¿Por qué les es tan indispensable partir, aún sabiendo que su
ruptura implicará la traición y la muerte de los suyos?
Quizás saben que si se quedan, no podrán ser libres. Se van para autoconformarse, pero su
partida ¿tiene que ser violenta? ¿Es la ruptura con el padre necesaria para su libertad?
La poeta norteamericana del siglo XX, Sylvia Plath, retoma en su poesía tanto el tema de
Medea, como la ruptura con el padre, como lo podemos leer en su poema Papi:
Tú ya no, tú ya no
Me sirves, zapato negro
En el que viví treinta años
Como un pie, mísera y blancuzca,
Casi sin atreverme ni a chistar ni a mistar.
Papi, tenía que matarte pero
Moriste antes de que me diera tiempo.
A nivel simbólico, las rupturas son importantes en el crecimiento personal de un ser
humano. En la adolescencia, por ejemplo, es importante romper con algunos valores y con
el ordenamiento familiar para forjar la identidad. En el nivel simbólico también, podemos
hablar del patriarcado y de la ruptura de los valores que ha impuesto sobre las mujeres.
Pero todas las rupturas tienen un costo y requieren un reordenamiento. El mito de Medea y
el de Ariadna nos muestran que la búsqueda de nuestra libertad es un viaje peligroso y
costoso, con traiciones, muertes (todas simbólicas, esperemos), y no carente de
enfrentamientos con algunos monstruos.
Y tu ¿qué rupturas has tenido que atravesar para hacerte de tu libertad?
Todas (y todos) llevamos una Medea dentro de nosotros, incluso Shakira.
En una separación de pareja es casi imposible no presionar, manipular y desear que los que
están alrededor tomen postura a favor de uno u otro cónyuge, y si hay hijos, de alguna
manera hay una gran presión sobre ellos para defender ya sea al padre o a la madre en
la guerra doméstica.
En estos días en que he estado releyendo las diferentes versiones de Medea, he encontrado
en redes sociales a algunas escritoras que comparan a Shakira con la heroína de la
mitología griega. Es imposible no sonreír ante algunas semejanzas obvias. Shakira, es una
mujer poderosa, sacerdotisa, en algún sentido, por su poder simbólico en los medios, que
no ha dudado en usarlo en su separación. Como Medea, se va a tierras extranjeras del
esposo y en la ruptura tiene que elegir el exilio. Cuando la poderosa Shakira enfrenta la
traición del bobo de Piqué con su joven amante, hace uso de todos sus recursos, y nos lleva
a su público, a tomar partido, a ejercer justicia y para ello, también utiliza a sus hijos.
Afortunadamente en este símil, el filicidio apenas roza lo simbólico, los niños sólo han sido
expuestos mediaticamente, lo cual no es necesariamente perjudicial.
En la tragedia de Eurípides, después de cortar la garganta de sus hijos, Medea espera el
reclamo de Jasón y lo encara:
Jasón: ¡Oh hijos, qué madre malvada tuvisteis!
Medea: ¡Oh hijos, cómo perecisteis por una locura paterna!
Jasón: Ciertamente no los aniquiló mi mano derecha.
Medea: No, sino tu ultraje y tu reciente boda.
Jasón: ¿Y a causa del lecho consideraste justo matarlos?
Medea: ¿Piensas que eso es pequeño sufrimiento para una mujer?
Jasón: Sí, al menos para la que es sensata. Para ti, en cambio, todo es un mal.
Medea: Ellos ya no existen; esto en verdad te morderá.
Lo que realmente nos enseña esta influyente tragedia es que no es posible castigar a otros
sin lastimarnos o lastimar lo que amamos, pero todas y todos llevamos una pequeña Medea
dentro de nosotros que está dispuesta a utilizar y lastimar lo que más queremos para lograr
satisfacer nuestro terrible deseo de venganza.
Medea, la única que se sale con la suya
Finalmente, no puedo dejar de remarcar algo extraño en la tragedia griega. Las Erinias,
entidades de castigo y persecución a aquellos que cometen crímenes morales, que persiguen
a Edipo hasta enloquecerlo y logran que se arranque los ojos, y castigan a Orestes hasta el
confín de la locura, no persiguen a Medea por el filicidio. Quizás porque las Erinias
obedecen a Hécate, la diosa oscura con la que nuestra heroína tiene una privilegiada
comunicación.
En vez del castigo, la sacerdotisa huye de La Hélade en una carroza tirada por serpientes de
fuego y sigue haciendo de las suyas en otras aventuras. En cambio, es Jasón quien teme la
persecución de los genios vengadores en su cabeza.
Si mal no recuerdo, Engels en El origen de la Familia, la propiedad privada y el estado lanza la hipótesis de que el contexto de muchas tragedias griegas es la confrontación del matriarcado establecido con el patriarcado naciente. Señala el matricidio de Orestes y la posterior defensa que hace Apolo ante las Erinias justificándolo, como el momento culminante del cambio de época (Recordemos que la reina de Micenas era Clitemnestra, Agamemnón era su General, su Hombre de Armas. Cuando él se va a Troya y pasan varios años y no vuelve, ella, en su legítimo derecho elige otro Hombre de Armas: Egisto. Cuando Agamemnón regresa e intenta recuperar su cargo, la nueva pareja real lo asesina.) Entonces pienso que, si lo vigente era el matriarcado, es lógico que las erinias solo castigaran a los hombres sublevados, traidores. Recordemos también que en ese modelo familiar, los hijos varones son del padre, pasando la primera infancia se mudan a la parte de la casa destinada a los hombres, solo las hijas son de la madre y siguen viviendo con ella en gineceo hasta que se casan. Así que esos hijos eran un regalo de Medea y tenía derecho atávico a destruirlos.
Excelente narración