«¿Por qué no te quieres?»: los mitos del autocuidado

“Hija, pero ¿por qué no te quieres? ¡Ámate, valórate, mamacita!” Me decía una tía muy preocupada ante mis comportamientos problemáticos de adolescente.

Para mí hablaba en clave y pasó mucho tiempo para que pudiera entenderle. Quizás en la adolescencia no somos tan conscientes de las voces de juicio y autoexigencia que nos llevan justamente a reprobarnos, a ponernos tache y, así, a lastimar nuestro amor propio y, luego, a llevarnos a situaciones riesgosas de las cuales podemos salir lastimadas.

¡Ámate! ¡Quiérete! ¡Respétate! ¡Valórate! ¡Priorízate! Leemos por doquier, como si la voz de mi tía estuviera en todas partes. Y qué bueno que hoy la voz colectiva hace énfasis en aquello que quizás nuestras abuelas y nuestras madres no tuvieron oportunidad de aprender, que podían cuidarse y darse a ellas mismas tanto como daban a otros.

Sin embargo, confieso que muchas veces he sentido culpa por no cumplir con los criterios del autocuidado. Hay días en que la rutina me come y siento que ya fallé en priorizarme, o en respetar mi tiempo, mi espacio o mi voz, o ya pasó otro mes y otra vez pospuse la revisión ginecológica o dental.

-me, Carolina López, 2022
(Bordado sobre manta, 19×19)

Y es que, además, las listas de autocuidados son cada vez más largas. Que si el cuarto propio, que si el ejercicio, que si la alimentación sana, que leer un libro, que las amigas, y la terapia, y la meditación.

¡Y qué tal las listas que suman el spa, el hidratante del cabello y demás productos de consumo como parte de los actos de amor propio!

Son tantas las cosas por hacer y obtener y comprar que de pronto el autocuidado se convierte en una lista de exigencias igual de asfixiante que las obligaciones que nos llevan justamente a postergarnos.

No necesitamos una lista más de cosas por hacer o cumplir. Cualquier cosa que nos vuelva a meter a una espiral de autoexigencia, insuficiencia y culpa, no es autocuidado.

Mírate con amor: la forma más sencilla de autocuidado

A veces es realmente difícil saber cómo cuidarnos a nosotras mismas porque esos hábitos y comportamientos los adquirimos desde la infancia y los copiamos de nuestras adultas.

Quizás vimos a nuestras madres postergarse todo el tiempo, quizás fuimos postergadas por ellas y, así, a pesar de que nuestra mente puede leer y entender los pasos del autocuidado, es difícil llevarlo a la práctica, porque nuestro cuerpo no lo ha experimentado.

Sin embargo, hay una manera sencilla de cuidarnos. No necesitas hacer nada, sólo mirar. Y es que el autocuidado inicia con una mirada más compasiva hacia una misma. Y eso no es algo que se logre de manera automática, esa mirada se cultiva poco a poco.

Para evocar la mirada amorosa hay que pensar en algo o en alguien que cuidamos con amor. Puede ser una mascota, una persona o quizás una planta que nos genere ese sentimiento de aceptación incondicional y agradecimiento por su existencia. Todas hemos experimentado ese amor en algún momento. Ahora, hay que poner esa mirada curiosa y abierta hacia nosotras mismas.

Está bien si al principio dura poco. Ya se irá prolongando, poco a poco tu mirada abrazará tus necesidades, tus anhelos y carencias, tus deseos y emociones y te contemplará con aceptación y agradecimiento.

Juega con tu niña interior: haz tiempo para el gozo

Mi abuela materna tuvo seis hijos. Cuando su hija más pequeña, mi madre, tenía apenas un año, harta de las infidelidades de mi abuelo, se regresó a Taxco, su pueblo natal. En su casa hacía comida para sus abonados, pero también vendía productos de Avón y organizaba tandas con los comerciantes del mercado. Con su trabajo pudo darle estudios universitarios a todos sus hijos. Cuando yo la conocí seguía saliendo en las mañanas a hacer su recorrido al mercado para recoger los abonos de sus tandas y pasaba las tardes tranquila en su casa.

En esas tardes taxqueñas, mi abuela se sentaba en su ventana a ver pasar a la gente. Escondida entre la cortina, tenía preparada una jeringa con agua para lanzarles los 10 mililitros del líquido a los distraídos que pasaban al lado de su casa. Mientras los transeúntes se preguntaban qué los había mojado y miraban al cielo, mi abuela se moría de la risa detrás de la cortina, gozando su travesura. Así, mi abuela se aseguraba de darse su pequeño espacio de travesura, de gozo, aún a costa de los demás.

Se escribe mucho sobre el placer sexual y la importancia de la masturbación y del autoerotismo y de pronto la experiencia erótica también es un imperativo. Sin embargo, reconectar con el gozo simple, infantil, con la travesura, con lo que nos divierte, es aún más básico y necesario.

Ya sea bailar, jugar, cantar, saltar la cuerda, disfrazarse, jugar con tu perro o con tu gato, o aventar jeringazos de agua o bolitas de migajón a los transeúntes que pasan por tu ventana, hay que buscar darnos ese espacio de gozo y diversión y acompañar en el juego a la niña que todas llevamos dentro.

Confía en lo que sientes: de tu cuerpo nadie sabe más que tú

Una vez acompañé a una amiga al ginecólogo a ponerse el DIU. Pocas horas después comenzó a tener cólicos intensos, vómito y fiebre. Volvimos al mismo médico para que le quitara el dispositivo pensando que era obvio que estaba causado los terribles malestares. El descarado onvre nos miró y dijo en nuestras caras: no puede ser el DIU.

¡No podía creer que el tipo se atreviera a negar la experiencia corporal de su paciente! Cuento esta historia porque los médicos, psicólogos, psiquiatras y otros profesionales de la salud creen que tienen la autoridad absoluta sobre nuestro cuerpo.

No niego su conocimiento y experiencia en el funcionamiento orgánico del cuerpo, su importante función en el diagnóstico y la solución de enfermedades, pero no pueden aprobar o desaprobar nuestro sentir, percepción, dolor, o decir que nuestros síntomas son falsos, que deben ser ansiedad.

Nadie puede invalidar tu experiencia corporal, emocional y psíquica. Reconocer, nombrar y validar nuestra experiencia corporal es el primer paso para experimentar el respeto hacia nosotras mismas, que tan regateado sigue siendo en los espacios públicos.

Respeta tus límites y desbordamientos: el mágico «no»

Mi abuela paterna trabajaba todo el día. Era directora de dos jardines de niños. En la mañana se iba al Club de Leones, al terminar el turno pedía unas picadas y su coca cola y se iba al otro kinder. Por la noche todavía llegaba a preparar la cena para nosotras y mandarnos a dormir.

Su jornada era agotadora y desarrolló varias enfermedades crónicas. Hace algunos años me encontré trabajando igual, todo el día, incluso los domingos. Entre clase y clase me echaba mis picadas y mi coca. A los pocos meses me tuvieron que operar de vesícula. Mi cuerpo me paró de tajo.

El camino a recuperarnos completas y a sostenernos tal y cómo somos, pasa, necesariamente, por poner límites sanos. Algunas de nosotras podemos poner límites cuando no queremos hacer algo, o nos sentimos incómodas, y no nos cuesta trabajo poner el «no» ante los demás. Algunas dudamos, o tardamos más.

El “no” es como un músculo, hay que fortalecerlo. Nos protege, nos defiende y es útil. Sin embargo, en muchas situaciones de la vida no queremos poner un no rotundo, sino un “hasta aquí”, “hasta donde yo quiero”, “hasta donde yo necesito”.

En aquel momento me hubiera gustado decir “Puedo trabajar de lunes a viernes, pero necesito descansar el fin de semana”, pero no pude. Aún hoy, en ocasiones, me sigue costando trabajo ver claramente mis límites y hacerlos explícitos a los demás, pero llevo ya mucho terreno ganado.

No te etiquetes

Hace poco mi madre fue a un curso de autocuidado. Lo primero que le dijeron fue que las mujeres somos unas dejadas porque postergamos nuestra salud. Somos descuidadas. Las mujeres no necesitamos más etiquetas, ni mandas ni imperativos.

El autocuidado empieza fortaleciendo la relación que tenemos con nosotras mismas, es un proceso de mirarnos compasivamente, de querernos como nunca antes sin condiciones y arraigarnos en la vida y en el gozo.

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20 comentarios en ««¿Por qué no te quieres?»: los mitos del autocuidado»

  1. Marxitania, Me encantó tu artículo, gracias y mucho felicidades. .
    Para poder dar felicidad a los demás tenemos que empezar por nosotras mismas conociéndonos, queriéndonos y dándonos prioridad.

  2. Marx, te felicito por hablar de las mujeres y de lo que aprendimos y de lo que debemos y podemos dejar atrás, no sé a qué te dediques pero lo que aprendimos, vivimos porque lo vimos y vemos en las mujeres cercanas en nuestra vida, nos deben marcar pautas para saber que es lo que queremos ser y dejar como huella en nuestras hijas

  3. Muy buen articulo un tema que es importante recordarlo pero sobre todo a través de las palabras que escribes haces recordar nuestra historia de familia, me encanto.

    Gracias

  4. Gracias Marxitania. Necesitamos tener estos consejos siempre presentes. Estamos tan acostumbradas a cuidar a otros que nos olvidamos de nosotras mismas. Y hay cosas tan sutiles que aceptamos sin reparar en que eso nos lastima.
    GRACIAS

  5. Toda la verdad !!!
    Todo lo queremos hacer rápido
    con mil pendientes!
    Poco o nada para nosotros
    nos olvidamos de mirarnos !
    De aceptarnos !
    De disfrutar !

    Magnífico artículo !

  6. Gracias Marxitania tu artículo nos ayuda a mirarnos. Qué fresca y compartida tu escritura. Nos transportas a lugares del pasado de cada una con tus lugares y tus figuras familiares importantes.

  7. Ay, Marxi, me conmovieron profundamente tus palabras, alentadoras, compasivas y sabias.
    Eres una excelente terapeuta y una magnífica persona.
    GRACIAS

  8. Me gusta mucho el árticulo y el volver a algo tan simple como la mirada que siempre está allí y que trabajo cuesta vernos a nosotras mismas con amor.
    Gracias por compartirnos.

  9. ¡Cuánta razón Marxi! mirarnos con autocompasión… dejar de resaltar que no somos ni tan bellas, ni tan talentosas, que no bailamos bonito … Lo importante es mirar nuestra belleza, gozar con lo que hacemos (sin comparar cómo lo hacen otros), y bailar con toda la intensidad sin seguir pasos preestablecidos ¡Sí, ese es el camino! Un abrazo

  10. Saludos Marxi
    Estoy totalmente de acuerdo el mejor autocuidado es mirarnos a nosotras mismas , ese ejercicio amoroso de vernos y sentirnos ;sin juzgar sin calificar. Establecer la mejor comunicación con nosotras .
    Saludos y abrazos, lo comparto.

  11. Genial!!! Me encanto el artículo, hablando sobre el tema entre las historias familiares personales como ejemplo de lo que vemos en el día a día de nuestros ancestros y lo repetimos sin conciencia.

    1. Hola Nayeli! Sii. Nuestras ancestros en muchos sentidos están con nosotras y cómo dices, repetimos hábitos de manera inconsciente. Mirarnos nos da la posibilidad de hacerlos conscientes y cambiar si lo necesitamos. ¡Escribir también ayuda en ese ejercicio!

      1. Me gustó tu artículo Marxitania, No cabe duda, una mujer es quien sabe comunicarse mejor con otras, desde los sentimientos y emociones que se guardan en la experiencia. Lo que expones ha sido un flagelo que le ha pegado fuerte a muchas. Vale la pena que lean tu escrito. FELICIDADES!

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