Líbana Nacif Heredia
Las cifras hasta hoy son demoledoras: las dos senadurías, 8 diputaciones federales, 28 locales, 46 alcaldías – al menos 21 arrebatadas a la oposición-, el 71% de la participación y la reelección de Morena en territorio estratégico, Acapulco.
Pero las lecciones que arrojan las elecciones del domingo, deben leerse también más allá de los números. En la voluntad popular reflejada en las urnas hay valores implícitos, mensajes no tan ocultos y gritos desesperados de un Guerrero que hoy abrazó el cambio político que inició en 2018 con la llegada de AMLO a la presidencia, se instauró en 2021 con Evelin Salgado como la primera gobernador de Morena y este 2024, se consolidó con la victoria de Claudia Sheinbaum.
¿Porqué el morenismo arrasó en el estado de Guerrero?, ¿a qué podemos atribuir la aplastante victoria del partido del presidente?, ¿una buena campaña?, ¿la gestión de la gobernadora?, ¿el excelente trabajo de la 4T en la entidad?
A pesar de los hechos delictivos que nublaron el proceso, las autoridades en su conjunto lograron su cometido: una copiosa participación ciudadana que a pesar de las inclemencias del clima y los detalles de organización, alcanzó un histórico 71%.
Por otro lado, la reconfiguración del mapa político del estado que hoy tiñe de guinda regiones enteras y se impone en el Congreso Local y de la Unión, es una lección que debe asimilarse en el contexto que plantea el reportero Jacob Morales Antonio, en un exhelente trabajo publicado en El Sur de Guerrero, con referencia al caso particular de la Costa Chica “un rompimiento de la hegemonía de los partidos tradicionales, con los caciques, con el poderío de personajes que se han enquistado en los cargos y (con) aquellos que dejaron sus partidos para irse a Morena, pero perdieron”.
Un rompimiento que no se explica sin dos ingredientes principales. El hartazgo de las y los electores con la clase política dominante y el ascenso de una nueva opción política abanderada por el presidente Andrés Manuel López Obrador y su representante en Guerrero, la gobernadora Evelin Salgado Pineda.
El efecto de los programas sociales en la economía y el bienestar de miles de familias guerrerenses, la constante presencia del gobierno federal en asuntos de seguridad, desarrollo social y desastres naturales, bajo el liderazgo local de Salgado Pineda que en un principio, parecía tenue e improvisado, pero que al paso de los años ha mostrado solidez, iniciativa y dignidad, son ingredientes clave para entender los resultados de la jornada del domingo.
En los próximos meses, Guerrero seguirá siendo gobernado por una mujer y México oficialmente tendrá su primera presidenta, ambas del mismo partido político, ambas con orígenes ligados al nacimiento y consolidación de la izquierda mexicana.
Pero hay algo más que comparten la primera mujer gobernadora de Guerrero y la próxima presidenta del país: en momentos clave de su trayectoria política, ambas han sido reprobadas por la mirada patriarcal que ha demeritado el valor de su esfuerzo, liderazgo y oportunidad. Ambas en su momento y circunstancias particulares, eligieron no rendirse y enfrentar sus retos políticos cargando en hombros el escrutinio machista.
Otra lección de ésta elección, es que al igual en 2021, el peso de la mirada patriarcal fue menor al de la voluntad de las mayorías, una voluntad que por primera vez en la historia de México es representada por una mujer que quizás sin saberlo, cumple así la ambiciosa consigna “la Cuarta Transformación será feminista o no será”.