Venta de niñas en La Montaña de Guerrero

Las mujeres se revelan contra la venta de niñas en Guerrero

Metlatónoc, Guerrero; Abril de 2024.- Inicialmente, Claudia no había pedido dinero a cambio de su hija adolescente cuando esta decidió casarse. Pero al verla tan delgada y desmejorada poco después de la boda, pensó que “venderla” haría que el marido de la joven y su familia con quienes vive “la valoraran más”.

Aunque esta negociación suele hacerse antes de la boda y no después, Claudia habló entonces con los padres de su yerno y recibió de ellos 100.000 pesos mexicanos (unos US$6.000) por su hija.

“Si la hubiéramos regalado, la habrían echado de la casa a la primera y le habrían dicho que no vale nada por no haber pagado por ella”, dice convencida esta madre que, con solo 35 años, ya tiene cinco hijos y cinco hijas.

Con el mayor de los varones vivió esta práctica a la inversa. Cuando él se casó, tuvieron que pagar a los padres de la novia 180.000 pesos (casi US$11.000). “Si no, la familia de ella lo habría discriminado y preguntado por qué no pagaba, si es que era pobre… Así es la costumbre aquí”, cuenta.

Podría pensarse que la venta de niñas y adolescentes para casarse solo ocurre en casos aislados y países lejanos. Pero el “aquí” al que se refiere Claudia es La Montaña de Guerrero, una región en el sur de México donde pueblos indígenas realizan esta práctica desde hace muchísimos años en base a sus usos y costumbres.

La Montaña sobrevive como puede a una asfixiante extrema pobreza y a la falta de oportunidades. Claudia, de hecho, tuvo que pedir prestado y viajar con parte de su familia al norte de México para trabajar en el campo durante varios meses para pagar la cantidad que pedían los suegros de su hijo.

Estas ventas para el matrimonio afectan principalmente a adolescentes, pero se han registrado casos de incluso niñas de 9 y 10 años. Sin embargo, en algunas comunidades las cosas comienzan a cambiar y las jóvenes empiezan a poder decidir sobre su propio futuro.

Llegar hasta Itia Zuti, la comunidad del municipio de Metlatónoc en la que vive Claudia, no es tarea fácil.

Son unas 7 horas de viaje en auto desde Chilpancingo, la capital de Guerrero, por una carretera llena de curvas que rompe las majestuosas montañas y en la que se recorren decenas de kilómetros sin ver ni un alma.

Para una persona foránea, ingresar a la comunidad tampoco es sencillo sin tratar antes con las autoridades locales. Y mucho menos para hablar de un tema, el de la venta de niñas y adolescentes, que resulta complejo e incómodo para muchos habitantes, que principalmente se comunican en lengua mixteca.

Bien lo sabe Benito Mendoza, facilitador de talleres que la ONG Yo Quiero, Yo puedo lleva impartiendo en la zona desde 2015 con la finalidad, entre otras, de erradicar esta práctica y el matrimonio infantil forzado.

“Estábamos dando una charla en una escuela y cuando un adulto escuchó a una niña decir que tenía derecho de elegir libremente con quién casarse, se alborotaron y nos ‘invitaron a salir’ de la comunidad”, recuerda de estas actividades a donde muchos vecinos llegan sin ser en absoluto conscientes de que esta práctica vulnera los derechos de las mujeres.

Tradicionalmente, muchas niñas eran vendidas a hombres mayores, en ocasiones incluso desconocidos, para quienes acaban desempeñando labores domésticas a cambio de una cantidad para su familia que puede oscilar entre los US$1.200 y los US$18.000.

Cuanto más joven es la niña, mayor suele ser el pago. Al ser vendidas, generalmente ingresan a un hogar en el que no tendrán ninguna independencia económica al no poder estudiar ni trabajar.

Hoy, algunos jóvenes sí se conocen previamente —en muchos casos, a través del débil y caro internet que llega a la comunidad— y están de acuerdo en casarse, pero sus padres continúan por lo general negociando un acuerdo económico.

“Con la llegada del crimen organizado, incluso personas de fuera de la comunidad llegaron a comprar niñas. Entonces ellas salen de su entorno y se les pierde la pista, lo que puede hacerlas terminar en otros fenómenos como trata de mujeres, explotación infantil, violencia física o sexual…”, alerta Karina Estrada, psicóloga y trabajadora social de Yo Quiero, Yo Puedo.

La venta es vista como un salvavidas económico para muchas familias que viven sumidas en la pobreza y subsisten con el cultivo para autoconsumo de maíz, frijol o plátano. No son pocos quienes optan por migrar al norte de México y Estados Unidos ante la total ausencia de oportunidades de trabajo en el pueblo.

El municipio de Metlatónoc, de hecho, fue durante años el más pobre de México. Hoy, el 97,7% de su población vive en la pobreza (el 67,8% en pobreza extrema) dentro de un estado, Guerrero, que también es uno de los más pobres del país y que, durante décadas, fue una de las principales zonas de cultivo de la amapola con la que se produce heroína.

En los últimos años, sin embargo, el precio de esta flor cayó en picado tras la llegada del fentanilo, un opioide sintético, al mercado de drogas estadounidense. Comunidades que sobrevivían de cultivar amapola vieron cómo se esfumaba su principal y casi única fuente de ingresos.

Pero además de la falta de recursos económicos, otro de los factores que perpetúan esta práctica en la región son los estereotipos de género sobre las mujeres.

“No se concibe que la mujer pueda hacer algo más allá de reproducirse o cuidar del hogar. Cuando se decide quién va a la escuela, los padres mandan sobre todo a los niños”, subraya Georgina García, psicóloga también de Yo Quiero, Yo Puedo.

Por estas creencias tan arraigadas, las propias jóvenes llegan a normalizar su venta al relacionar su propio valor con la cantidad que se paga por ellas. Incluso se han registrado casos de mujeres que regalan a sus hijos varones, al no poder sacar beneficio económico de ellos con su venta.

García recuerda cómo una mujer le llegó a decir que “si se eliminaba la venta, les quitarían su valor y les quitarían todo, porque es para lo único que existen en la comunidad”.

Pero algunas de las mujeres de la comunidad no piensan igual y están protagonizando un cambio, lento pero constante…

Continuará.

Publicado en BBC News Mundo

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