Fue durante la Feria Internacional del Libro de Acapulco (FILA) del año pasado que muchas cosas importantes sucedieron en mi vida, entre ellas puedo contar el hallazgo maravilloso de conocer a Astrid. Me atrevo a decir que quizá para ella, la FILA también trajo una buena noticia: su libro “Acapulco en Breve”, resultó ganador del primer premio municipal de literatura.
Por eso no me resulta raro —a estás alturas de mi vida pocas cosas me parecen insólitas- que a la vuelta de un año estemos reunidas aquí, en el zócalo de Acapulco, dónde yo hace unos meses, por una serie de vicisitudes que quizá a nadie le interesen, caminaba en pijama en plena madrugada.
Así de insólita la vida y los destinos, como cada uno de los personajes que Astrid aglutina en su libro: mujeres con complejo de Penélope, que tejen su propia mortaja, historias que saltan en la línea del tiempo y escenarios que nos resultan familiares, todos con un común denominador: Acapulco.
El libro de Astrid, entra a la perfección en este nuevo paradigma de narrativas sobre Acapulco. De unos años a la fecha, los intereses e inquietudes de los escritores Guerrerenses, apuntan a desmitificar el Acapulco dorado que nos heredaron nuestros abuelos.
Ese Acapulco glamouroso donde Brigit Bardot pasó su luna de miel, o donde Elizabeth Taylor se casó, ha sido desbancado, afortunadamente, por una narrativa más crítica y objetiva sobre el puerto. Paradigma, además, que se ha visto alimentado desde varios géneros: Nadie duerme con ropa en Acapulco, de José Luis Zapata, revisita el mito del Acapulco paradisíaco llevando sus cuentos a escenarios distópicos, propios de la ficción especulativa. O el Acapulco Killer de David Espino, quien a través de las 8 historias que integran el libro, realiza un recorrido sobre los múltiples problemas que afectan al puerto, o están también los cuentos de Geovani de la Rosa, que nos presentan con destreza, un Acapulco donde la realidad tiene la suficiente elasticidad como para permitir lo fantástico. Acapulco en Breve, de Astrid Chavelas, se aleja de la postal tradicional Acapulqueña, sus personajes nos resultan familiares, porque comparten con los lectores el hartazgo, la incertidumbre y miedo, pero también el ánimo de sobreponerse a la realidad que otros nos han impuesto.
Acapulco es una herida abierta en la memoria colectiva, a todos nos duele algo de lo sucedido entre sus calles, alguna noticia nos resonó en lo profundo del pecho.
Dividido en dos partes, los 23 cuentos que integran este libro, son una mirada, casi antropológica, a los fenómenos culturales que atraviesan un territorio tan intempestivo como lo es este puerto convulso.
Cuando Astrid escribe, en el cuento «La tormenta»: Este huracán también tiene nombre de mujer, me resulta imposible no pensar en los datos que la Asociación Guerrerense contra la Violencia hacia las Mujeres, A.C. reporta en su monitor de violencia de género y feminicidios: 56 casos documentados.
En enero 11, febrero 12, marzo 7, abril 13 y mayo otros 13 feminicidios, incluido el ocurrido hace unos días en un pasillo del mercado El Parazal. Los municipios que encabezan los casos son Acapulco, Chilpancingo e Iguala.
Ante estos datos, pueden tener por seguro que Acapulco en Breve es una mirada crítica y nada romantizada del puerto, y ahí radica su valor estético, su aportación al nuevo panorama de narrativas sobre el puerto.
Bien podríamos organizar un coloquio, una mesa de análisis, mesas de diálogo con la comunidad y la gente que habita los barrios tradicionales del puerto, para saber qué piensan ellos sobre su ciudad, por eso titulé mi pequeña reseña como Acapulco, ese paraíso que nos arrebataron, porque indudablemente los recuerdos que de esta ciudad tenemos ya no coinciden con la realidad que tenemos enfrente.
Celebro la pulcritud de la escritura Astrid, el cuidado que pone para elegir adjetivos y palabras, que se acomodan con belleza en nuestra imaginación. Estamos, sin lugar a dudas, ante una narrativa muy fuerte y poderosa.